Si los ojos de todos nosotros captaran la energía que nos rodea, que nos acompaña y nos afecta al cuerpo, que nos mezcla con las demás personas hechas de la misma sustancia o materia y nos reúne dentro de la misma conciencia, entendiendo este fenómeno como ser parte material con densidad dentro de la materia universal, como si de una masa dentro de una gran telaraña transparente se tratara, si lo viésemos, quizás nos cambiaría la percepción del mundo, de la vida, de nuestro proceder interno y externo.
Cuanta más conciencia tomamos de este hecho, más evidencia tenemos que la energía nos mueve, nos vela o la velamos, nos presenta, nos brilla o nos apaga, nos susurra, va donde vamos y se impregna según la cuidamos, reforzamos y vibramos.
Dentro de la sensibilidad de las personas, dentro de la sabiduría de los seres, habita la esencia que todo lo capta, y sabe cuando está a gusto o disgusto, cuando un espacio transmite paz o rechazo, cuando una relación sexual es un acto de vaciado o circula la energía sana y sanadora por todo el cuerpo, cuando un alimento aporta y suma, cuando un paseo es placentero o forzado, cuando un trabajo es arte o no, cuando una dolencia es temporal o se instala como aviso a observar, cuando una persona evoluciona o arrastra un peso pesado y quizás ni lo sabe, por lo que hay que respetar, cuando un gesto nos toca el corazón y se nos graba….y así con todo….
¿Qué hace que nos maravillamos con un bebé, con un cachorro, con unas flores, con un árbol, con un mar inmenso, con un paisaje, con una puesta de sol…? ¿La belleza de la esencia tal vez? ¿La energía que se nos hace presente?
Abracemos y cuidemos la energía como un gran regalo que nos contiene y no a la inversa, somos nosotros quienes habitamos en ella.