LA EDAD (un cajón de sastre)

Un tópico típico es atribuir todo lo que nos pasa a la edad, y echarle la culpa de nuestras carencias, distracciones, molestias, y es que lo escuchamos tantas veces que lo damos por sentado y nos lo creemos.

Cuando nuestra abuela o bisabuelo nos decían: «los años no vuelven», quizás sí que teníamos parte de verdad.
Atrás no vamos, estamos en presente, hacia delante, y acumulando experiencia.

Cuando un científico o médico nos diagnostica y añade: “es cosa de la edad”, queremos pensar que se refiere a que el cuerpo humano hasta ahora se le ha visto crecer y desgastarse, y bien fácilmente las personas se agarran al pie de la letra este mensaje con su propio filtro y percepción, ya sea lapidante, evitativo, limitante. Nos etiquetamos solos e incluso toleramos vivir doloridos porque es ley de vida y tenemos una edad, cuando el dolor físico o emocional se puede haber sembrado de pequeño, por ejemplo y manifestarse en otros momentos vitales y suele anestesiarse con calmantes, dejando la raíz, el origen, archivado, aquí es donde podemos dar un giro de 180 grados, adoptando medidas liberadoras.

A menudo, adquirimos conciencia de los mensajes entrantes tan propios como ajenos, podemos engancharnos al vuelo en este cliché. Y, a menudo, también tomamos conciencia del cuerpo, de las emociones, de los patrones, creencias, de nuestro día a día, de nuestra cara, la sonrisa, el estado que nos encontramos, si respiramos bienestar o por el contrario estamos saturados, insatisfechos en algún aspecto oa disgusto con el que vivimos o cómo nos va.

Echando un vistazo y valorando la vista, el camino evolutivo se amplía, nos damos cuenta de que la edad no tiene nada que ver. Tanto el cuerpo, como la mente, las emociones, las relaciones, lo que cuenta es la experiencia, la actitud y la voluntad de hacer uso de esta sabiduría innata y la adquirida o recordada con el tiempo. Las modas pasan, las etiquetas caen, los clichés se borran y uno se libera, sea un bebé, un adolescente, un humano adulto.

¿Y si vivir libre de malestar es posible?
¿Y si dejamos la edad como anécdota?

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