«Yo nunca seré de piedra, lloraré cuando haga falta, llamaré cuando haga falta, reiré cuando haga falta, cantaré cuando haga falta» Rafael Albertí
Tener la sensibilidad a flor de piel es una vivencia física, emocional, energética, intuitiva que emerge en la persona que nace con estas características y se distingue a otras por su percepción. Tenerlo en cuenta es muy recomendable pensando en niños y adolescentes, ya que el riesgo de sobre esfuerzo, de estrés es mucho más elevado y no se les puede pedir a todos las mismas capacidades y rendimientos.
No es un trastorno ni una patología. A quien, como fue el caso en 1ª persona, no lo averigua hasta pasado casi medio siglo habiendo sobrepasado con creces los límites en múltiples ocasiones, debemos saber que el cuerpo avisa y acaba enfermando. Por tanto, es bueno saber que existe y que hay mucha guía y documentación al respecto hoy en día, y que hay algunos rasgos bastante comunes que nos pueden ayudar.
Anunciamos algunos:
– No dejes de sentir, es continuo.
– Te emocionas mucho siempre.
– Percibes cosas sutiles.
– Eres Creativo.
– Tienes Empatía y Escucha.
– Cerebro extra sensible.
– Los bebés quieren más contacto.
– El sistema nervioso reacciona al mínimo.
– Antenas receptoras, absorción energética sensorial con riesgo de saturación.
– Puede desencadenar ansiedad, depresión y enfermar el sistema inmunológico
Hay que respetar mucho este sentir, quererse y aceptarlo como el don que es, hacer partícipes en el entorno, familia, amigos, pareja, hijos etc. Y desterrar la creencia de que una persona altamente sensible es débil. Nada tiene que ver con la fuerza o con la fragilidad. En cierto modo, sus capacidades se amplifican en aspectos que otras personas menos sensibles le va a costar más desarrollar y eso nos compensa y nos interacciona con valores diferenciales y constructivos.
Saberlo encauzar bien marca la diferencia en que lo vivimos como un don.
Qué se recomienda:
Identificarlo, hay test para valorar.
Aceptar
Observarse mucho
Aprender a decir no
Trucos para no saturarse, meditación, respiración…
Compartir con otras personas sensibles
Desconectarse dentro del propio espacio de vez en cuando
Asesorarse por orientación y pautas para conocerse mejor y convivir bien con ellas.
La sensibilidad no es fragilidad, de hecho, es una fortaleza y un don.